IMPORTANTE: Esta publicación entra dentro de la categoría de "Leyendo", por lo que te recomiendo que antes de leerme a mi, leas a la persona que estoy recomendando en dicha sección. Puedes hacerlo dando click en la pestaña de arriba o aquí.
¿A donde nos llevan los errores que cometemos todos los días? ¿Hasta que punto uno tiene que hacer caso a la razón y hasta que punto vale la pena apostar a favor de los instintos? ¿Hasta que punto escoger una u otra nos convierte en necios, sabios, tontos, maduros, infantiles o irresponsables?
Pareciera exageración cuando alguien dice que desearía que existiera un manual para "vivir la vida", principalmente porque es hasta estas fechas, estas generaciones, en las que se oyen cosas así de personas, aparentemente, sin problemas reales o importantes. E oído a varias personas comentar cosas cómo: "muchachitos desubicados, tienen mucho tiempo libre y solo piensan en tonterías". Independientemente de si es cierto o no, hay algo que no se puede negar, hoy día vivimos en una civilización extremadamente demandante, llena de contradicciones. Cada vez es más el tiempo que hace falta dedicarle a una preparación profesional para tener oportunidades en el mercado laboral, y a su vez, va disminuyendo el límite de edad máxima que las empresas demandan para los nuevos ingresos. Se nos pide vivir deprisa para madurar rápido, pero necesitamos más tiempo para prepararnos, para jubilarnos, para descansar. Era obvio que en algún momento la identidad generacional iba a tener un desbalance.
Estudiar una carrera que no te gusta porque la escogiste a los 17 (cuando aún no sabías lo que querías de la vida), porque algún día vas a tener que mantenerte a ti y a una familia que aún ni siquiera sabes si quieres tener o no. Tomarte entre 20 y 26 años en total en prepararte todo para acabar trabajando como taxista, o en general, cualquier cosa en la que esos años de educación sean inútiles. Padres de edades tan tempranas como 14 años (no es cuento, conozco el caso) que aseguran estar más que preparados para ser adultos responsables de un(a) pequeño(a) cuando tú aún no estas seguro de estar listo para ser responsable de ti mismo. Todas estas cosas son cada vez más comunes en nuestros días.
Y es que las consecuencias de tomar decisiones equivocadas son, cada día, más crueles y desproporcionadas. Nos da miedo tomar nuestro tiempo para pensar las cosas, porque la vida se va cada vez más rápido, nos da miedo tomar decisiones porque cada vez es más costoso equivocarse, nos da miedo porque cada vez es más difícil no cagarla.
Cuando uno ya no puede, su espíritu se rinde, su razón sabe que el tiempo sigue corriendo y que no espera por nadie pero eso importa poco, no se da ni un paso cuando no hay motivación, cuando no hay esperanza. Y tener a ambas, razón y espíritu, divididas mata, mata el alma de un hombre, lo convierte en un fiambre, en un cascaron vació que, aunque quizá funcional, ya no se puede decir que sigue vivo.
¿A donde nos llevan los errores que cometemos todos los días? ¿Hasta que punto uno tiene que hacer caso a la razón y hasta que punto vale la pena apostar a favor de los instintos? ¿Hasta que punto escoger una u otra nos convierte en necios, sabios, tontos, maduros, infantiles o irresponsables?Pareciera exageración cuando alguien dice que desearía que existiera un manual para "vivir la vida", principalmente porque es hasta estas fechas, estas generaciones, en las que se oyen cosas así de personas, aparentemente, sin problemas reales o importantes. E oído a varias personas comentar cosas cómo: "muchachitos desubicados, tienen mucho tiempo libre y solo piensan en tonterías". Independientemente de si es cierto o no, hay algo que no se puede negar, hoy día vivimos en una civilización extremadamente demandante, llena de contradicciones. Cada vez es más el tiempo que hace falta dedicarle a una preparación profesional para tener oportunidades en el mercado laboral, y a su vez, va disminuyendo el límite de edad máxima que las empresas demandan para los nuevos ingresos. Se nos pide vivir deprisa para madurar rápido, pero necesitamos más tiempo para prepararnos, para jubilarnos, para descansar. Era obvio que en algún momento la identidad generacional iba a tener un desbalance.
Estudiar una carrera que no te gusta porque la escogiste a los 17 (cuando aún no sabías lo que querías de la vida), porque algún día vas a tener que mantenerte a ti y a una familia que aún ni siquiera sabes si quieres tener o no. Tomarte entre 20 y 26 años en total en prepararte todo para acabar trabajando como taxista, o en general, cualquier cosa en la que esos años de educación sean inútiles. Padres de edades tan tempranas como 14 años (no es cuento, conozco el caso) que aseguran estar más que preparados para ser adultos responsables de un(a) pequeño(a) cuando tú aún no estas seguro de estar listo para ser responsable de ti mismo. Todas estas cosas son cada vez más comunes en nuestros días.
Y es que las consecuencias de tomar decisiones equivocadas son, cada día, más crueles y desproporcionadas. Nos da miedo tomar nuestro tiempo para pensar las cosas, porque la vida se va cada vez más rápido, nos da miedo tomar decisiones porque cada vez es más costoso equivocarse, nos da miedo porque cada vez es más difícil no cagarla.
Cuando uno ya no puede, su espíritu se rinde, su razón sabe que el tiempo sigue corriendo y que no espera por nadie pero eso importa poco, no se da ni un paso cuando no hay motivación, cuando no hay esperanza. Y tener a ambas, razón y espíritu, divididas mata, mata el alma de un hombre, lo convierte en un fiambre, en un cascaron vació que, aunque quizá funcional, ya no se puede decir que sigue vivo.



